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- En los casos de delitos cometidos contra adultos, el 97,7 % de las víctimas eran mujeres; mientras que en las agresiones sexuales a menores el 68,4 % eran niñas y el 31,6 % niños.
- En el 26,7 % de los casos, la violencia sexual sobre las mujeres adultas fue grupal y participaron dos o más agresores
- El agresor sexual es principalmente un hombre conocido por la víctima adulta y un miembro de la familia, sobre todo padres biológicos y parejas de la madre, en los casos de niños y niñas agredidos
Madrid, 25 de noviembre de 2021.-
El Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género ha elaborado un estudio, el primero de estas características, sobre el centenar de sentencias dictadas en 2020 por el Tribunal Supremo en casos relacionados con delitos contra la libertad y la indemnidad sexual cometidos tanto contra personas adultas como contra menores de edad.
Entre otras conclusiones, el informe revela que en siete de cada diez casos (el 68,1 % de los analizados), la víctima de la agresión sexual era una niña o un niño. También, que la práctica totalidad de las víctimas adultas eran mujeres (el 97,7 %), mientras que en el caso de los menores ese porcentaje disminuye hasta el 68,4 % al ser también los niños objeto de este tipo de prácticas delictivas.
Una parte del informe, cuya publicación se realiza coincidiendo con el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, ha sido elaborada por Miguel Lorente, forense, profesor titular de la Universidad de Granada y miembro del grupo de expertos del Observatorio y consiste en un estudio médico-legal y forense de los casos (*). A ella se añadirá en próximas fechas el análisis jurídico de las sentencias.
En los 30 casos de violencia sexual sobre personas adultas se contabilizaron 44 víctimas De ellas, 43 eran mujeres, cifra que arroja una ratio de 1,5 mujeres víctimas por cada caso, y la última, un hombre. Una de cada cuatro de estas agresiones (26,7 %) fueron grupales. Los diecinueve implicados en los 8 casos de estas características arrojan una media de 2,4 agresores en cada agresión múltiple.
Los supuestos con víctimas menores de edad sumaron 64, con un total de 95 víctimas: 65 niñas y 30 niños. Un elemento distintivo de la violencia sexual ejercida sobre menores son los tiempos de duración, elemento sobre el que se recoge información en 49 sentencias. En un tercio de esos casos (30,6 %), la situación de violencia se prolongó durante varios meses; en el 14,3 %, durante un año y en el 12,2 %, dos años. El estudio revela que las agresiones se prolongaron durante 5 y 6 años en un 10,2 % de casos y hasta 7 o más años en otro 12,2 por ciento.
Tipo de delito
En cuanto al tipo de delito cometido, fue el de agresión sexual en seis de cada diez casos en los que la víctima era una mujer adulta (60,3 %); los abusos sexuales supusieron el 11,1 % y el asesinato el 3,2 por ciento. Cuando las víctimas son menores de edad, el delito predominante es el abuso sexual, cometido casi en la mitad de los casos (48,6 %), de los cuales fueron abusos sexuales continuados el 57,7 por ciento.
El segundo delito más cometido sobre niñas y niños fue la agresión sexual, con un 28,1 %, siendo continuadas el 53,6 % de ellas. Los delitos relacionados con la pornografía representaron el 6,5%, mientras que los vinculados con la prostitución de menores fueron el 4,7 % de los analizados.
Características del agresor
El agresor es mayoritariamente un varón, tanto cuando las víctimas son adultas (100 %) como cuando son menores (93,8 %), aunque en este último tipo de violencia sexual se han dado supuestos de mujeres agresoras (1,5 %) y de agresores mixtos (4,7 %). El agresor es, además, una persona conocida por la víctima, situación que se produce en el 65,7 % de las agresiones sexuales cometidas sobre mujeres adultas y en el 75,3 % de las cometidas sobre niños y niñas, si bien la procedencia de la relación es diferente según el tipo de víctima.
Así, los agresores de las víctimas adultas son en su mayoría amigos o personas conocidas en ambientes de ocio (42,8 % de los casos), familiares (20 %) o conocidos en el entorno de las redes sociales (5,7 %). En uno de cada tres casos (34,3 %), el agresor era un desconocido.
Cuando las víctimas son menores de edad, la diferencia radica en que, en este caso, la mayoría de los agresores (37,7 %) forman parte de la familia; son conocidos a través de las relaciones familiares y de vecindad (31,2 %) o conocidos del ámbito educativo, de ocio o deportes (24,7 %). En un 7,8 % de los casos, el contacto entre el agresor y el menor se produjo a través de las redes sociales.
Un análisis más profundo del grupo de agresores de menores que forman parte de la familia revela que más de la mitad de ellos (54,5 %) tenían una relación biológica con la víctima, eran padres, abuelos, tíos, etc.; y que en el 45,5 por ciento de estos casos de violencia doméstica, el agresor era el padre biológico del menor o la pareja actual de su madre.
Tipo de conducta delictiva
Las diferentes características de las víctimas en cada uno de los grupos (adultos y menores), especialmente por su capacidad para enfrentarse a la agresión, se pone de manifiesto en las conductas utilizadas para consumar los hechos delictivos.
En el caso de víctimas adultas predomina el uso de la fuerza, empleada en el 49,1 % de los supuestos analizados; le sigue la intimidación, que fue utilizada en el 43,8 % de las agresiones. El uso de sustancias tóxicas o el abuso en una situación de intoxicación voluntaria de la víctima (especialmente bebidas alcohólicas) fue el medio en el 7,1 % de los casos. En siete de cada diez agresiones (68,6 %), el autor del delito utilizó más de un mecanismo, habitualmente una combinación del uso de la fuerza física y la intimidación.
Las conductas predominantes en las agresiones sexuales sobre niños y niñas fueron el prevalimiento, que aparece en el 44,3 % de los casos y, sin embargo, no se produce cuando la víctima es adulta; y la intimidación (21,5 %). En el 14,1 por ciento de los casos se dio una combinación de ambas.
En cuanto al tipo de agresión, la sufrida más frecuentemente por las víctimas adultas fue la penetración vaginal (43,1 %), seguida por la penetración oral (29,4 %), los tocamientos (17,6 %) y la penetración anal (7,8 %). En un tercio de los hechos violentos (34 %) se utilizó más de una forma de agresión.
En la violencia sexual ejercida sobre menores de edad, la agresión más frecuente fueron los tocamientos (33,6 %), seguidos por la penetración vaginal (24,3 %), la oral (19,3 %) y la anal (10,7 %). El estudio revela que en el 12,1 % de este tipo de agresiones aparecen como una conducta integrada las grabaciones en vídeo y la toma de fotografías, inexistentes en los casos de víctimas adultas. En la mitad de los supuestos analizados, se emplearon varios tipos de conducta delictiva a la vez.
Lugar de los hechos
El domicilio del agresor fue el escenario del delito en seis de cada diez agresiones sexuales cometidas contra víctimas mayores de edad (63,3 %). El 32,7 % restante tuvieron lugar en la calle, un portal, un parque o un vehículo. Cuando las víctimas son niños y niñas, el domicilio del agresor vuelve a aparecer como el lugar más frecuente y lo hace en un mayor número de casos: ocho de cada diez (83,6 %). Calles, coches u otros espacios públicos fueron el escenario del 11,5 % de las agresiones; lugares relacionados con actividades educativas, deportivas o de ocio aparecen en el 4,9 % de los casos.
Consecuencias sobre las víctimas
Un tercio de las mujeres víctimas de violencia sexual (31,1 %) sufrieron lesiones físicas leves; un 27,9 %, lesiones psicológicas graves y un 26,2 %, lesiones psicológicas leves. Las lesiones físicas graves estuvieron presentes en el 11,5 % de las víctimas y en dos de los casos (3,3 %), a la violencia sexual le siguió el homicidio de la mujer. En su conjunto, las lesiones psicológicas son más frecuentes que las físicas y suponen el 54,1 % del total.
Al igual que en los adultos, las consecuencias más frecuentes de la violencia sexual en las víctimas menores de edad son las del plano psíquico, que afectan a 8 de cada 10 niños y niñas (84,1 %). Entre ellas, las predominantes (59,1 % de los casos) fueron de carácter grave, probablemente como consecuencia de la larga duración de las situaciones de violencia, la repetición de los hechos, las amenazas utilizadas para que no cuenten lo que les está sucediendo y el consiguiente aislamiento de la víctima. Le siguen las lesiones psicológicas leves (25 %), las lesiones físicas leves (6,8 %) y las lesiones físicas graves (4,4 %).
En uno de los casos analizados, la violencia sexual condujo al homicidio de una niña, representando el 2,3 % de las víctimas menores.