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The Beatles: Get back es una miniserie documental de tres partes de casi ocho horas de duración, elaborada a base de 60 horas de metraje por Peter Jackson (El señor de los anillos) para Disney+.
En un año Paul McCartney ha editado un disco fantástico (McCartney III), otro de remezclas, ha protagonizado un fantástico documental sobre su obra, ha publicado el libro Lyrics y ahora vuelve a estar en el candelero con el estreno de este nuevo documental sobre la gestación del LP Let it be de The Beatles y el mítico concierto en la azotea de Savile Row. Tiene tela que en pleno 2021 los Beatles estén más vigentes que nunca.
¿Tiene sentido volver sobre el material filmado hace más de 50 años? ¿Realmente ha encontrado Peter Jackson algo de interés que no estuviera en el film original Let it be de 1970? ¿Está justificada la a todas luces excesiva duración de este documental en 3 partes? Pues la respuesta a todas estas preguntas es un rotundo NO.
Get back es una inmersión en el mundo de The Beatles, venga, genial, nada que objetar. Pero no creo que aporte gran cosa que no supiéramos ya. Cierto que hay momentos interesantes para cualquier fan como verlos ensayar Don’t Let me down o asistir la construcción de canciones como Two of us, I, Me, mine, Golden Slumbers, I Want you, Something, The long and Winding road, Let it be, Jealous guy o All things must past. Una gozada para cualquier amante de la música, no solamente de The Beatles, pero nada justifica una duración de 8 horas. La mayor parte del tiempo asistimos a discusiones estériles sobre la acústica del estudio, detalles de un especial televisivo que nunca vio la luz e interpretaciones de temas de otros artistas como Bob Dylan o Chuck Berry. Dice Peter Jackson que ha dejado en el montaje todo aquello que tenía interés, yo creo que miente. Hay escenas que no aportan nada y conducen al tedio. Casi acabé odiando Get back y Don’t let me down de tanto oírlas una y otra vez en el documental. Mira que soy fan de The Beatles y esperaba como agua de mayo este documental, pero creo que lo hubieran podido reducir perfectamente a 4 horas y no nos hubiéramos perdido nada. Hablemos claro, estas 8 horas son demasiadas, por mucho que asistamos al proceso creativo de The Beatles. Al menos le hace justicia al gran trabajo que realizó Billy Preston.
Jackson acierta al incluir la deserción de Harrison (algo que el film original omitió) y los entresijos de la composición de los temas, pero su documental reitera demasiados ensayos y aburre. Es más, usa hasta grabaciones de audio grabadas sin el conocimiento de los grabados, como esa crucial conversación entre Lennon y McCartney grabada con un micrófono escondido en un florero. Supongo que ahora han autorizado el uso de esta grabación clandestina, pero su uso me sigue pareciendo inmoral. Además, Jackson parece empeñado en mostrar que todos eran muy buena gente y minimizar las luchas de egos. McCartney aparece realmente como el motor de las grabaciones y el único comprometido con The Beatles, vamos, un currante. Mientras Lennon está en plan payaso/gamberro, Harrison asqueado y Ringo… somnoliento. Y Yoko Ono siempre en medio del cotarro sin aportar nada (leyendo el periódico, cosiendo o berreando cuando le dejan un micrófono). Eso sí, vemos también a cuatro amigos haciendo música. Get back muestra las diferencias que ya empezaban a asomar dentro del grupo pero que se hicieron imposibles de salvar al año siguiente. No olvidemos que todavía les quedaba la grabación de otro disco: Abbey road, que se grabó después pero se publicó antes de Let it be. Por cierto, nada se menciona de los controvertidos arreglos de Phil Spector, quien fue contratado por empeño de Lennon y cuyo trabajo fue siempre odiado por McCartney.
Creo que Peter Jackson debería haber lanzado una versión cinematográfica y otra versión extendida para consumo doméstico. Ya lo hizo con sus trilogías sobre El señor de los anillos y no pasó nada. ¿Hubiera pasad algo por hacer 5 episodios de 1 hora? Pues no. Jackson no ha sabido por dónde cortar y su error hunde el documental en el tedio a pesar del innegable valor de las imágenes.