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Para abordar el problema de las ciguatoxinas, el OIEA ha estado creando capacidad para monitorizar la ciguatera en la región por medio de técnicas nucleares e isotópicas.
“Las ciguatoxinas han sido un grave problema en América Latina y el Caribe durante años, y ahora nos hemos convertido en el primer laboratorio de la región capaz de monitorizarlas in situ por medio de técnicas nucleares”, señala Carlos Alonso-Hernández, subdirector del Centro de Estudios Ambientales de Cienfuegos (CEAC). “Gracias a nuestra capacitación en técnicas nucleares, podemos contribuir a fortalecer los programas de inocuidad de los alimentos de origen marino, que son cruciales para la salud y el bienestar en nuestra región, así como para la economía”.
Las ciguatoxinas son una de las muchas biotoxinas de origen natural relacionadas con las floraciones de algas nocivas (FAN). Las algas microscópicas, que se encuentran en la base de la cadena alimentaria marina, proporcionan una fuente vital de nutrientes a los organismos marinos y producen más de la mitad del oxígeno de la Tierra. Sin embargo, factores como la surgencia costera o la escorrentía agrícola pueden aumentar los niveles de nutrientes en el agua y provocar floraciones de algas que, en algunos casos, producen biotoxinas como las ciguatoxinas. Cada año, las floraciones de algas nocivas, también llamadas “mareas rojas”, provocan decenas de miles de casos de intoxicación en todo el mundo debido al consumo de alimentos de origen marino contaminados. Los pacientes con ciguatera pueden presentar síntomas como vómitos, diarrea o mareos; en algunos casos extremos puede sobrevenir la muerte o alteraciones respiratorias en personas que hayan inhalado aerosoles tóxicos.
Las técnicas nucleares pueden identificar rápidamente la presencia de biotoxinas en los alimentos de origen marino y en el medio ambiente y detectar estos brotes con mayor precisión que otros métodos. Con este fin, los investigadores del OIEA han capacitado a científicos de cerca de 40 países, incluida Cuba, en el uso, entre muchas otras, de una técnica nuclear esencial, el análisis de unión de radioligando. Desde la asistencia para adquirir el material hasta la capacitación en técnicas de muestreo para determinar la presencia de especies de algas tóxicas o la preparación de muestras, el camino que los científicos cubanos han emprendido tendrá consecuencias más allá de las fronteras de su país, dice el Sr. Alonso-Hernández. El laboratorio de Cuba funciona ya a pleno rendimiento para detectar ciguatoxinas en muestras recibidas de otros laboratorios de América Latina.
En su empeño porque este proyecto tenga éxito, los responsables se han inspirado en las aplicaciones del análisis de unión de radioligando para identificar otras biotoxinas que se han puesto en marcha en El Salvador, Filipinas, Marruecos, Omán y Túnez. Esta técnica se basa en la interacción específica entre las toxinas y el receptor al que se unen (el blanco farmacológico); en él, una toxina marcada con un isótopo compite con la toxina de la muestra analizada por un número limitado de sitios de unión a los receptores, lo que permite cuantificar la toxicidad de la muestra. El OIEA también ha desarrollado otros métodos analíticos para cuantificar las biotoxinas y estudiar el mecanismo por el que los organismos marinos las incorporan y transfieren a la cadena alimentaria.
“Los brotes de floraciones de algas nocivas que producen ciguatoxinas solían estar limitados a las regiones tropicales y subtropicales; sin embargo, están apareciendo nuevas regiones endémicas, al tiempo que la expansión del comercio internacional de alimentos de origen marino también está propagando el riesgo de contaminación de estos alimentos”, comenta Marie-Yasmine Dechraoui Bottein, científica investigadora de los Laboratorios del OIEA para el Medio Ambiente, en Mónaco. Así pues, la cuestión de las floraciones de algas nocivas está adquiriendo cada vez más importancia a escala mundial, especialmente debido a que su aumento se ha asociado al cambio climático. El OIEA está trabajando en una estrategia interinstitucional para combatir las ciguatoxinas mediante un enfoque multidisciplinario junto con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (COI-UNESCO).
Las actividades de los Laboratorios del OIEA para el Medio Ambiente en Cuba forman parte de un proyecto de cooperación técnica más amplio en el Caribe centrado en fortalecer la monitorización regional y la respuesta para lograr un medio ambiente marino y costero sostenible.
Foto: científicos de Cuba utilizan técnicas nucleares para detectar las ciguatoxinas, unas biotoxinas relacionadas con floraciones de algas nocivas que constituyen una amenaza para la inocuidad de los alimentos de origen marino. (Y. Dechraoui-Bottein, OIEA)