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Hoy nos ha traído aquí la admiración y el cariño que sentimos todos por Gloria Torner.
Este Paraninfo de la Magdalena está lleno de santanderinos, de artistas, de creadores, de amantes del arte y de la cultura en general para rendirle homenaje a una de nuestras más grandes pintoras.
Y el destino ha querido que, en este día tan señalado para nuestra cultura, el día en el que honramos a Gloria Torner con la Medalla de Plata de Santander, nos deje otro hombre igualmente querido y admirado por todos.
Un hombre que no entendía la fotografía si no era con pasión y que vivió esta profesión apasionadamente.
Pasó la vida detrás de la cámara y a través de ella vio pasar las vidas de cientos de santanderinos y la vida cultural de la ciudad.
Seguro que también le habría gustado poder retratar esta tarde a Gloria recogiendo la Medalla de Plata de Santander.
Donde quiera que estés, Ángel, hoy también estás aquí. Y seguirás siempre presente en la memoria de Santander y de los santanderinos.
Gracias por tu inmenso legado.
Y después de este pequeño recuerdo, vuelvo a la persona que nos ha convocado aquí esta tarde. A Gloria…
No todo el mundo sabe que Gloria Torner nació frente a una playa, la de Arija. Pero todo el mundo sabe que se hizo pintora frente a una bahía, la de Santander. Las mareas de su playa burgalesa las gobierna el pantano del Ebro. Las mareas de la bahía más hermosa del mundo las gobierna el mar Cantábrico. Estrictos gobernantes: al norte el mar, al sur el río. Quién sabe si esa recia gobernanza es la culpable de la equidistancia genial de esta geógrafa de los colores.
Desde los ocres de Arija hasta los azules de Santander brotan cientos de colores, algunos impensables. Pero todos ellos figuran en la paleta simpar de Gloria. De la que nacieron trazos gruesos y finos, grandes colosos y mínimas criaturas, obras maestras y retos cromáticos insólitos. Paletadas de talento fluyendo de una paleta excepcional.
Cuando su madre, Maruca, la llevó a conocer el mar, Santander estaba a punto de ser abrasada por el incendio de 1941.
Ocurrió en los muelles de madera junto a la Grúa de Piedra. La mar bramaba bajo sus pies y Gloria temblaba. Aquella bahía iniciática le dio miedo. Con los años, le empezaría a dar un sinfín de razones para amarla. En realidad, la bahía y Gloria se han carteado durante décadas en la sugerente caligrafía de sus marinas: las marinas de la hija de Maruca Torner.
Los críticos aún no se han puesto de acuerdo sobre si las marinas de Gloria se parecen a la bahía o es la bahía quien se parece asombrosamente a las marinas de Gloria. Puede que ambas máximas sean ciertas al mismo tiempo. Pero Santander no interviene en el debate sobre tan exquisita apreciación. Se limita, desde su rendido aprecio, a reservar este sábado de febrero para entregarle la Medalla de Plata número 22 de la historia de la ciudad. La primera que se concede a una pintora. Con toda la razón y con razonables e innumerables méritos. Abrumadoramente merecida.
Hoy situamos el calor de la admiración frente al color inimitable de la inmensa obra de Gloria. La pintora de raíces castellanas y duende cántabro. La que destila sobriedad burgalesa y retranca santanderina. La que regala hidalguía de la “orilluca” del Ebro y suspira por esa “plaza mayor líquida”, como bautizó el poeta Fernando Abascal a la bahía más hermosa del mundo.
Gloria es lienzo y lanza. Un lienzo en permanente revisión. Una lanza rota a perpetuidad en nombre de la belleza. Gloria Torner es notaria fidedigna, amanuense de luces y sombras, pintora de guardia frente a una bahía que nunca duerme.
Es la vigía de su duermevela, centinela de un romance irrepetible y cronista en primera persona de un amor por fortuna siempre correspondido.
Gloria es hija predilecta de Arija desde 2016 e hija de Arsenio García, muerto prematura e injustamente en la Guerra Civil.
La predilección por el apellido materno facilitó su conocimiento y reconocimiento artístico. María Torner “Maruca”, viuda jovencísima, ejerció su magisterio en Santander y aquí murió en 2007 con 96 años. Cobraba 2.000 pesetas al año y fue referente indiscutible de sus hijas Gloria y Ana María. Madre, maestra y amiga.
La infancia de Gloria son recuerdos del patio de las teresianas, de los largos y cálidos veraneos en Arija y de sus geniales “calderones” (Fernando, Ramón y Juan Carlos Calderón) tirándole de las trenzas. La niñez como verdadera patria. Gloria dando la razón al gran poeta Rilke.
De la Porticada a la tienda de Negrete, donde compró los colores primarios y se entregó a su primer óleo. La pintura como letra y música de la nueva artista: Gloria Torner.
El paisaje de Castilla le dio su primer pasaje a la fama. Antes hizo parada y fonda en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Aprendió rápido. Pintó deprisa.
Su formación pictórica fue una auténtica trasformación. En aquella radiante juventud solo se tomaba en serio una cosa: la pintura. Actualmente, confiesa que solo se toma en serio dos: la pintura y la siesta. Gloria se permite el lujo de glorificar ambas. Y revelarlo con pasmosa naturalidad.
Porque, de natural, Gloria también glorifica la sinceridad. Dice lo que piensa y lo dice con el debido respeto. Une a la clarividencia inevitable de los años, un sutil sentido del humor que la distingue como ser humano excepcional. En unos tiempos donde el humanismo es un modo de comportamiento que no está de moda. Han pasado 55 años desde su primera exposición individual en el Ateneo de Santander. Parece que fue ayer, como mucho anteayer.
Cuando la pintura de Gloria Torner empezaba a estar de moda, cautivó el interés de los grandes poetas.
Gloria como musa. Gloria esta vez glorificada por Gerardo Diego en su inolvidable “Balcón de Miranda”:” DESDE EL BALCÓN DE MIRANDA/ MIRAS Y PINTAS Y MIRAS/ DICHOSA TÚ EN TU BARANDA/ Y MIRAS Y PINTAS/ TOCAS EN EL PIANO DEL PAISAJE TONOS DE ALGAS Y CALOCAS…”
En realidad, se trata de un pisito del Paseo de Canalejas, un primero alto y con grandes vistas, anfitrión de históricas conversaciones y grandes conversadores. El poeta le desplazó al oeste… porque ya se sabe que los poetas sitúan los balcones donde les conviene. Gloria nunca perdió el norte de la tertulia ni la devoción por los tertulianos en su casa de toda la vida.
A las Bellas Artes, la anfitriona perfecta le añadió una sexta: la charla, el arte impagable e inextinguible de la conversación. Ella, que llegó tarde a la generación de Proel y a la Escuela de Altamira, tomó puntualmente el tren de la pedagogía. Como su madre, Gloria también fue profesora.
Impartió y compartió clases de pintura en el Instituto Santa Clara durante 7 años. Les leía a Pablo Neruda para inspirarles. No resulta arriesgado adivinar que les recitaba con mayor insistencia los 20 poemas de amor que la canción desesperada. Maestra y rapsoda.
Sucumbió el Gerardo Diego reubicador de balcones. Y sucumbió también Pepe Hierro: “LO QUE OCURRE ES QUE GLORIA TORNER ES UNA PINTORA SOBRE CUYOS CUADROS HA CAÍDO LA NIEBLA Y TODA SU TAREA CONSISTE EN CONVERTIR LA REALIDAD EN RECUERDO, EN MELANCOLÍA”. El poeta recurre a la prosa como retrato inapelable de una pintura encandiladora.
Pero la verdadera gloria la fue alcanzando con series paisajísticas como “Turbonada”, “Puertochico” o “Tejados y calima”, anclada voluntariamente en el mate que no todo lo mata. Hasta llegar al brillo atreviéndose a pintar el blanco sobre blanco.
Todos sus trazos dejaron huella. Tan indeleble como la de sus estancias en París o Nueva York. Invitada por el periodista Jesús Pindado, alojada en plena Quinta Avenida, descubrió la ciudad de los rascacielos con tan hondo asombro como el que inspiró a García Lorca su irrepetible “Poeta en Nueva York”.
En Gloria todo ha sido evolución, sin más revolución que la estrictamente necesaria y huyendo siempre de cualquier involución. Del pequeño al gran formato actual, centrada en las formas como verdadero fondo. La pintura ha sido su tabla de salvación creativa en medio de los inevitables naufragios artísticos.
Ella ha dejado dicho con la naturalidad pasmosa de una castellana recriada en el salitre que “LO MÁS IMPORTANTE DE MI VIDA ME HA OCURRIDO FUERA DE CONTEXTO”.
Todo un reto para una pintora empeñada en contextualizar colores. El contexto como espuela creativa, como enemigo del pretexto para no crear. Siendo que pertenece indudablemente a la generación de posguerra, Gloria ha dado mucha guerra. En su estudio ha batallado contra barcos, veleros, palomas, gaviotas, estrellas, frutas y flores. Sin quijotismos, adoptando el arenal del Somo como dorado exilio visual. A falta de su playa de arena fina de Arija, nacida como efecto colateral de un pantano en cuyos primeros planos intervino su añorado y ausente padre.
A Santander solo le interesa hoy decirle a una de las más importantes pintoras de los siglos 20 y 21 que nos importas mucho, que pintas mucho en esta ciudad y entre su gente, que por primera vez posas como modelo para que te hagamos el retrato colectivo más deseado. Óleo sobre lienzo. Marina de autor.
La ciudad te paga hoy gustosamente una deuda de gratitud que siempre creímos impagable. Porque tu color como pintora y tu luz como mujer no tienen precio. Naciste en un año tan triste para la Historia de España como 1936. Creciste en tiempos difíciles que tu pintura nos hizo más fáciles. Maduraste deslumbrándonos con tu obra y tu liderazgo pionero entre las mujeres creadoras. Y vives ahora desafiando la ley de la gravedad del arte.
Esa ley no escrita que asegura que el paso de los años grava inexorablemente la obra de los pintores. La tuya, lejos de agravarse, alivia nuestra mirada cómplice sobre tus cuadros y solo agrava nuestra admiración.
Contemplar tus geniales contenidos incontinentes nos reafirma en que el talento de la Torner se torna más agudo cada día.
Gerardo Diego hubiera estado encantado de despedir esta entrega de la Medalla de Plata de Santander recitándote aquellos versos:
“¿QUE UN CUADRO NO SE TERMINA?
NADA SE TERMINA, GLORIA
LA VIDA, QUIETA, CAMINA
QUE YA, QUE SÍ, QUE YA ESTÁ
FONDEA AHÍ. NO LO TOQUES
NAVEGANDO INMÓVIL VA “
La artista nacida en Arija (Burgos), 1936, dio las gracias a la alcaldesa mostrando la emoción que para ella supone esta medalla. Gloria Toner realiza estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, obteniendo posteriormente, la Beca de la Diputación de Santander. Su obra evoluciona desde una figuración academicista, que coincide con su estancia en Madrid hasta su traslado a Santander, a una concepción pictórica heredera de Cézanne y Juan Gris, de colorido amable y atmósfera densa. Gloria Torner, aborda sus planteamientos temáticos, el paisaje, el bodegón o ambos, desde una solución geométrica, tamizada por el flujo de una materia pictórica sobria y velada. Destacan sus exposiciones individuales en, Connecticut Gallery, Washington (1995), Lycée Octave Feuillet, París (1996), Sala Luz Norte, Santander (1999) y Museo de Bellas Artes de Santander (2000).
Gloria Torner, además de por la calidad de su trabajo, por su trayectoria humana, es una de las artistas claves en la historia pictórica de Cantabria de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Desde que en 1958 comenzara su trayectoria en el mundo del arte Torner es una de la pintora con mayor proyección nacional e internacional que ha dado el arte cántabro en el último medio siglo. Si el mar motiva sus primeras obras en colores atemperados de construcción postcubistas, las veladuras, posteriormente, logran estas atmósferas donde instala sus protagonistas fósiles, barcos y pocas veces figuras frágiles que en alguna ocasión se agrandan mandando en el espacio. En ventanas al infinito, espacios para el pensamiento, las texturas acaparan fondo y forma, evolucionan en una metamorfosis del paisaje, que abandona la figuración inicial, cosmobahías donde los elementos: pájaro, fósil, flecha, roca o pez: configuran un universo simbólico, paisaje de mar personal que tiende a lo conceptual. Entregada en la actualidad a los grandes formatos sobre nuevos soportes y en un color en absoluto contaminado. Muy conectada desde los principios con la música y la literatura; ya en los 70 Gerardo Diego la dedica Baleón de Miranda y Pepe Hierro la Fábula sobre la bahía de Santander. En el 75 Caffarena presenta en Madrid la publicación Gloria Torner en la voz de los poetas, que incluye el Homenaje de Jorge Guillén, la Cantilena, de Regino Saiz de la Maza hasta 25 poemas desde la Generación del 27, a los novísimos como M. R. Barnatan y otros. José Hierro, en 1975, describe así su trabajo: “En el fondo, lo que ocurre es que Gloria Torner es una pintora fauve sobre cuyos cuadros ha caído la niebla, los colores han perdido su condición salvaje al sumergirse en la atmósfera plateada, como de anís y agua, toda su tarea consiste en convertir la realidad en recuerdo, en melancolía”.